Uno de los grandes problemas que existe en una mala gestión de cobro es el posible detrimento en las relaciones mercantiles que existan posteriormente con el cliente.
Para ello, es fundamental que desde el primer momento en que comienza a existir el impago, la reclamación de la deuda se haga de forma rigurosa, profesional y cumpliendo con términos deontológicos que sirvan para crear el efecto contrario a la ruptura de la relación con el cliente.
En primer lugar ha de detectarse cuál ha sido el motivo del impago que nos ha causado nuestro cliente así cómo ponerle plazos amistosos para la regularización de la deuda que no superen a los 7 días.
Si una vez transcurridos los 7 días no tenemos noticias de nuestro cliente ni tampoco ha pagado la deuda, es mucho más efectivo delegar el cobro de la deuda a una empresa de recobro externa que sirva de normalizador de situaciones de impago que ocurran en la mercantil.
La empresa de recobro seleccionada por la empresa debe de ser de ámbito y actuación jurídica y que sean abogados los que hagan la gestión de mediación inicial con el deudor para la posterior reclamación judicial de la deuda si no se llega a un acuerdo de pago satisfactorio con el cliente.
Otro tipo de prácticas pueden producir una mala imagen de marca y también pueden limitar nuestras ventas.