Mala noticia para las pymes de nuestro país, las consecuencias de la oleada de morosidad que atraviesa el panorama mercantil se centra en la pequeña y mediana empresas cómo principal objetivo.
Algo tan sencillo como el cobro de una factura por un producto vendido o servicio prestado, se está convirtiendo en una auténtica odisea para los departamentos de administración de las pymes españolas.
Y es que a diferencia de las grandes compañías los pequeños negocios no cuentan con previsiones contables ante impagos, por lo que cada factura que pasa a saldo no cobrado al vencimiento, supone una alteración en el músculo financiero de la empresa, que debe de afrontar sus compromisos sin contar con una tesorería que ya estaba contabilizada.
El modo de afrontar este estatus de incertidumbre es la provisionar para el próximo ejercicio unas pérdidas por impago del mínimo de las registradas al cierre ejercicio en curso. Una vez provisionadas estas pérdidas, deben de pasarse a recobro para intentar la recuperación y a través vías judiciales solicitar la compensación del iva ya abonado emitiendo facturas rectificativas.