Fuente: Expansion.com
La morosidad sube como la espuma, confirmando los temores expresados del sector. Los impagos de los créditos concedidos por las entidades financieras a particulares y empresas aumentaron en julio hasta el 2,15% –38.000 millones de euros–, la tasa más elevada desde septiembre de 1998, cuando llegó a alcanzar el 2,17%.
La morosidad se ceba más en las cajas, con un 2,55%, que en los bancos, con un 1,74%. Estos niveles, razonablemente soportables, distan de la media europea del 3% y aún están muy lejos las tasas del 7 % alcanzadas en la recesión de 1993.
Hay, además, otros muchos elementos favorables a considerar, como la mayor solidez y solvencia de la entidades españolas, y que, por regla general, las familias mantienen su predisposición a cumplir con sus compromisos hipotecarios aún cuando estén con el agua al cuello.
No obstante, se acumulan los elementos para la inquietud. El aumento de la morosidad acumula ya una tendencia de trece meses consecutivos, que se está acelerando –en sólo un mes ha aumentado en 0,54 puntos– y sobre la que existe un consenso generalizado de que es una bola de nieve que seguirá creciendo durante un tiempo imposible de determinar. El sector estima que la morosidad rondará el 4% en 2009.
El concurso de Martinsa ha contribuido a empeorar la situación, pero se trata de un problema que excede el perímetro inmobiliario y el de los inmigrantes, y que se extiende al conjunto de los consumidores y de las pymes.
El gran reto para la banca española, y sobre todo para las entidades con una elevada exposición inmobiliaria, será aguantar con un margen de maniobra cada vez más reducido en cuanto a costes y con una sensible reducción de la actividad, que tenderá a agudizarse conforme se intensifiquen las restricciones crediticias. La eficiente gestión de la banca comercial le permite seguir apelando con garantías a los depósitos, aunque esto, dado el intenso deterioro de la economía, también tiene sus límites.
Las entidades tendrán, además, que lidiar con otro problema añadido, intrínseco al deterioro y a la pérdida de solvencia de la economía española, y que se está traduciendo en un drástico ensanchamiento del diferencial riesgo/país –de medio punto con el bono alemán–.