La confianza ya ocupa un segundo lugar en cuanto a lo que a relaciones mercantiles se refiere, de este modo nuestras empresas cada vez son más exigentes al abrirse a nuevos clientes.
Pese a ser necesario para el correcto funcionamiento de la empresa el disponer de nuevas carteras de clientes que permitan un mejor flujo económico en el músculo financiero de la empresa, se hace evidente que la confianza en el nuevo cliente tiene hoy poco valor.
Aquellos clientes que nos tienen acostumbrado a un cobro de facturas puntual y sin retrasos son aquellos en los que nuestras empresas ponen especial interés y otorgan mimos.
Todo lo que parece salirse de una confianza generada de años, genera una incertidumbre empresarial que en muchas ocasiones puede conllevar que cómo medida preventiva no se sirva una mercancía o bien se exija pagos por adelantado.