La crisis de la deuda soberana en que se encuentra inmersa España tiene un efecto directo y negativo sobre la capacidad de financiación no solo de la banca, sino de otras empresas cotizadas que habitualmente acuden a los mercados internacionales.
A la rebaja del ráting de España le suele seguir el de un buen número de compañías españolas, que ven también disminuidos sus ráting o simplemente les exigen más interés por colocar bonos. Ello tiene el doble impacto de un mayor coste de la financiación o la exclusión de los circuitos de financiación por no cumplir con una mínima calidad crediticia. Frente al cierre de los mercados, los grandes emisores tratan de preservar caja al máximo mediante el pago del dividendo con acciones y, en determinados casos, mediante la venta de activos no estratégicos.